Mientras el cambio climático avanza y las migraciones a
nivel mundial por causas climáticas se hacen más y más patentes, hay cientos de
miles de refugiados que llegan a Europa huyendo de la guerra. Estos días las
noticias se mezclaban, España sin gobierno, Acuamed y más corrupción, juicios,
más asesinatos, etc. Y aunque las noticias sobre los refugiados tienden a
diluirse en ciertas ocasiones, creo firmemente que estamos en uno de los
periodos de mejor periodismo, un periodismo social, justo, solidario y con
capacidad de mover conciencias, de trasladar puntos de vistas diversos, de
relativizar situaciones y de conseguir fomentar la empatía ante todas estas
crisis que, en los últimos años, están afectando a millones de personas de una
manera devastadora.
Por eso, lo que más me está llamando la atención no es la
cobertura periodística ni el tratamiento de las noticias, sino la respuesta de
nuestros líderes políticos, los de nuestros gobiernos en Europa, los de esta
Unión Europea demostrando cada día que el postureo ideológico les es suficiente
para mantenerse: discusiones interminables sobre cuotas de refugiados, cierre
de fronteras en Hungría, deportaciones rápidas a Rusia desde Noruega o sumarias
a Turquía desde Bulgaria; detenciones y pago de tasas de estancia diaria en los
centros de internamiento de Rep. Checa, confiscación de bienes en Dinamarca y
Alemania, etc.; en resumen, refuerzo de controles fronterizos, restricción del
derecho de asilo y violaciones de derechos humanos por acción u omisión.
Las
ONGs pueden apoyar la labor humanitaria e intentar amortiguar “algo” a todas
estas personas, pero su labor tiene claramente un límite, la solidaridad a
través de ellas no es sustituto de la política de nuestros gobiernos. La UE no
está cumpliendo con sus propios principios y normas con respecto a los derechos fundamentales de asilo, desde las administraciones europeas no se está siendo
solidarios pero tampoco justos y tampoco se está apostando por estrategias
geopolíticas que luchen claramente por el fin de la guerra en Siria, contra los
estados del terror conducidos por talibanes en Afganistán o la falta de
derechos humanos en Eritrea o Nigeria. Todas estas personas han llegado hasta aquí, han logrado sobrevivir para tener un oportunidad. Y la tienen, si a la solidaridad le sumamos justicia.
Daba paso al corazón de este post de opinión, desde el
concepto de refugiados climáticos, por una razón obvia: si no estamos aplicando
el derecho internacional y no estamos sabiendo hacer frente a una situación
extrema que permite solicitar asilo a una persona con “fundados temores a ser
perseguido por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas o
pertenencia a determinado grupo social” (art. 1 de la Convención de Ginebra de 1951 y el art. 2.d) de la Directiva 2011/95/UE por la que se establecen normas relativas a los requisitos para el reconocimiento de nacionales de terceros países o apátridas como beneficiarios de protección internacional, a un estatuto uniforme para los refugiados o para las personas con derecho a protección subsidiaria y al contenido de la protección concedida) ¿Cómo vamos a
estar preparados para cuestiones que ni siquiera vienen contempladas en nuestro
derecho?
Me gustaría finalizar creyendo
que la lucidez se impondrá en nuestras instituciones, para con todos aquellos que
necesitan refugiarse de la guerra, del clima o de situaciones de las que sin
duda, cada uno de nosotros huiríamos sin pensarlo, y de las que generaciones
anteriores ya huyeron. Me gustaría pensar que nuestras conciencias no van a “necesitar”
más imágenes como las del Aylan para mantener el flujo de ayuda. Me gustaría pensar
que vivo en una UE que no detiene a miembros de ONGs que salvan vidas. Me
gustaría pensar que estas crisis no sirven para fortalecer a partidos y
movimientos radicales ni así, discursos demagógicos que hacen uso de expresiones como “repeler” personas…
Me
gustaría pensar que estamos en un punto
en el que somos conscientes de que podemos cambiar el curso de la historia, de
cómo sucedió todo. Ahora, ahora es ese momento al que todos nos gustaría poder
volver para hacer las cosas de un modo diferente. Bien, estamos en él.